jueves, 24 de febrero de 2011

Sex and the City - Para chicas en serio

Resulta que me topé con la primera película de Sex and The City en cable y la ví. Me pareció un episodio largo, y me gustó precisamente por esa fidelidad. No trataron de transformar la trama ni a los personajes para hacerlos más cinematográficos, sólo los llevaron al cine. Por ese ‘final de serie' glorificado decidí concluir un deseo de hace algunos años y ver completa la serie, las seis temporadas de principio a fin de una sola pasada.

Si comparas la sexta temporada con la primera lo inmediato es la inmensa evolución de apariencia en las protagonistas. El look de resaca ochentera que tuvieron los primeros años de los noventa y la edad, ¡Diox eran unas niñas todas!

Hay que reconocerlo la Carrie del primer capitulo es un espanto con un cabello corto infame que parece salida de una película de baile de la década anterior, Charlotte es la insipidez encarnada, Miranda el estandarte de la apariencia cliché de las lesbianas y Samantha es una zorra de esquina; todas con una facha convencional y ordinaria que no era la gran cosa.
La evolución del vestuario es claramente notable, del que se escribirán tesis al respecto. En las primeras temporadas la vestimenta es mucho mucho más independiente experimental audaz y retadora pero según ganó reconocimiento la serie se enserió con las pintas y se permitió que en sus dos últimas temporadas, quinta y sexta, las protagonistas vistieran verdadera alta costura. La escena de Carrie en la cama siendo plantada en Paris es inolvidable.



Además la serie es una elegía al zapato femenino, un comercial eterno a Manolo Blahnik, y amén por eso hermanos, el zapato de mujer merece ser reconocido en toda su magnificencia; y que se nos respete por ello caray. Tan es así que uno de los mejores momentos de la película es la fantástica zapatilla de compromiso. ¿Puede ser más perfecto?
Están Nueva York, ropa, calzado, restaurantes, discotecas, bebidas y contactos que hicieron la historia de la serie un pintoresco sueño de glamour femenino, inalcanzable para muchas mortales. Sex and the City es como agarrar las revistas Glamour, Cosmopolitan y Vogue y convertirlas en guión interpretado. Sí, las chicas queremos la relación adecuada, perfecta, ideal pero también queremos tacones, vestidos, bolsos y vernos como en pasarela en el bar de moda rodeadas de gente bella famosa y rica.

Así, con pinta corriente y todo, en la primera temporada se comienzan a abordan, lidiar o sobrellevar de forma ficcional los problemas universales de la realidad que conforman la competitividad y supervivencia fundamentales de las mujeres solteras de treinta años: enfrentar las molestas obligaciones de la madurez y la independencia, las rupturas amorosas, temer envejecer vieja y sola; el manejo de las finanzas, la intimidación que nos impone la existencia de los ‘modelos’ de belleza física, competir con las mujeres emparejadas, competir con las mujeres más jóvenes, competir con el/la jefe y los/las colegas en una carrera, competir hasta con las amiga; la lucha por conseguir el ‘verdadero amor’, o el mejor polvo en caso de Samantha, experimentar una y otra vez la tragicomedia de las citas; el éxtasis de las compras -‘Comprar es la forma de liberar el subconsciente creativo’ (Carrie)- y por supuesto: el poder del sexo,  a través del abanico de las infinitas posibilidades que existen de relacionarse: novios, amantes, matrimonios, homosexualidad, ‘¿Conocemos aquellos con quien nos acostamos?’ se pregunta Charlotte en una oportunidad.

Esa primera temporada trazó el camino a seguir, el resto de las temporadas son variaciones de intensidad y profundidad sobre los mismos temas. Tan claro está el camino que desde el primer capitulo conocemos al amor de la vida de la protagonista principal, y los guionistas son fieles a sus personajes mostrándonos cómo se manifiestan y desarrollan en seis temporadas sin dejar de ser auténticamente ellas. 


Carrie, Charlotte, Miranda y Samantha a pesar de sus profundas diferencias de lo que más nos hablan capítulo a capítulo es sobre la amistad de las chicas, de cómo ser amiga es una faceta importante para una mujer y de cómo gracias a la amistad de otras mujeres se pueden superar todos los escollos, sobre todo los de los treinta en soltería; porque son la amigas quienes nos escuchan, nos apoyan, nos acompañan, nos consuelan, hacen de confesor, consultor, terapeuta y hasta fiador.

A pesar de los embrollos en que se mete Carrie y que dedicaron una temporada completa a la miseria de vida que es no hallar tu media naranja, desde un principio nos enamoramos con ella de Mr. Big (aunque algunas prefiera a Aidan) y queremos como ella que al final el último baile sea con él. Y no sé ustedes pero no hay nada más romántico que un amor que atraviesa por la aridez de la separación y llega al puerto de la reconciliación definitiva.
Carrie es el romance, y el resto de chicas encarnan otros anhelos auténticamente femeninos como la estabilidad socialmente aceptada de un matrimonio modelo, el éxito profesional y la exploración libre independiente y autocomplaciente de la propia sexualidad. Todo ello paseado por las consecuencias posibles: rechazar al hombre de tu vida, decepcionarte de las apariencias, realizarte en maternidad y no en una profesión, enamorarte…


¿Y al final qué conseguimos? a parte del argumento perfecto para la siguiente serie Amas de casa desesperadas: al final conseguimos el término medio. ‘Normal es lograr el término medio entre lo que quieres y lo que consigues’ dice Samantha.

Y es esta la mayor revelación que nos llega cuando aprendemos algo durante nuestra década de los treinta años.

Sex and the City es un clásico de serie de TV, y todas nosotras chicas deberíamos regalarnos una visita a esa recopilación de moda, actitud y feminidad, con un Cosmo, o varios, en la mano.

1 comentario:

vanessa dijo...

soy mega fan de Sex and the City y me parece super tu comentario sobre la serie incluyendo las peliculas felicidades